El arca de Noé o El mundo al revés El arca de Noé o El mundo al revés es una comedia inspirada en el relato bíblico sobre Noé y el diluvio universal (Génesis, cap. 6-8 y 9, 1-17) y cuya composición puede fecharse a finales del siglo XVI o primera década del XVII. A pesar de que hace ya bastantes años algunos críticos apuntaron que el único manuscrito que se conserva de ella pudiera haber salido de la pluma de Lope de Vega, lo cierto es que ha pasado prácticamente desapercibida para los estudiosos del teatro del Siglo de Oro. Antonio Paz y Melia, que en su día ofreció un informe sobre el referido manuscrito (hoy conservado en el Instituto del Teatro de Barcelona), apuntaba allí que esta obra “es digna de ulterior estudio”, de ahí que nos haya parecido oportuno ofrecer su edición, como herramienta que facilite la tarea para que futuros investigadores puedan profundizar en el estudio de esta comedia y dilucidar (en la medida de lo posible) su autoría. [Acto Primero] [Acto Primero] (Salen Osibar, viejo, y Délbora su hija, de caza) Si porque te persigo, si porque te doy voces, si porque me maltratas, si porque eres de bronce, si porque estás cruel, si porque un pecho rompes, si porque eres milagro, si porque sigo un monte, si porque canto al cielo, si porque al viento corres, si porque muero en verte, si porque libre me oyes, si porque yo padezco, si porque no te enojes, si porque me aborreces, si porque yo te adore, si porque fui tuyo, si porque es mi amor torpe, te atreves a tratarme con ásperas razones, advierte que soy fiera, advierte que soy monte, advierte que soy rayo, advierte que soy bronce, advierte que soy mar, advierte que soy torre, advierte que soy furia, advierte que soy hombre encendido en amor; que no hay peñasco, torre, rayo, mar, fiera, harpía, tigre, león ni bronce que más dureza tenga que todo cuanto pone, si enamorado vive, que es muerte de los hombres. Días ha que has sentido mis tormentos enormes; ablanda tu dureza, mujer, peñasco, roble. Si como eres arpía, si como eres de bronce, si como eres león, si como eres mi azote, si como mar te haces furia, peñasco, monte, fueras a la suerte misma consuelo de los hombres, no movieras mi pecho a dar a tu amor torpe remedio. (Vase) Hija, aguarda. No puedo. El viento torne de donde vas ligera tus pasos a mis voces; póngansete delante montañas que te estorben con ásperas subidas que hasta las nubes toquen; fieros tigres encuentres que con dientes feroces se espanten, no te maten, porque a tu padre tornes; la tierra que caminas con esos pies veloces del fuego de mi pecho mongibelos arroje, que abrasando los campos te espanten, no te toquen, sólo te pongan miedo porque a tu padre tornes. Mas, ¡ay de mí! ¿Qué digo? ¡Qué vanas bendiciones! ¡Qué poco me aprovechan mis quejas y mis voces! Ruego a Dios, enemiga, que pues mi mal no oyes que al revés te sucedan aquestas maldiciones. Seguirete contino aunque el tiempo lo estorbe, que donde amor preside la prudencia no oye. Todos te despedacen, el mar que naves sorbe te trague, el cielo justo desencaje sus gonces y entre ellos y la tierra te salga el alma enorme. Pero no lo permitan, no oigan mis razones, todos te favorezcan porque a tu padre tornes. (Vase y sale por otra puerta Can tras Délbora) Vi, cara cazadora, que estas selvas y montes fatigas atrevida huyendo de los hombres, uno que va siguiendo sus dos hermosos soles, aljaba de más flechas que la que al fin propones, contento está de verte, celoso y que te sobren rayos para otros pechos que tu beldad conocen; deteniendo te quieren lisonjear las flores que aprenden tu belleza cuando por ellas corres. Desde que vi tus ojos que en estos horizontes si los envidia el día, los respeta la noche, loco de celos muero, loco muero de amores donde sólo se alcanzan pensamientos veloces. (Sale Amalec por otra puerta) Siguiendo he venido (Repara) por estos horizontes. Pero, ¿qué es lo que veo? ¿Quién vio caso tan torpe? Esta fe se me debe, quiero escuchar y sobre mi juicio perdido el seso en tus razones. Los libres arroyuelos antes murmuradores, hijos de esa montaña, vecinos de ese bosque, atentos te contemplan salteándote sobre sus cristales la risa porque el alba no llore. No quedará sentido en mí de quien no cobres universal tributo, no a tu beldad conforme. De mis brazos vencidos sea dulces prisiones el marfil de tu cuello y nunca más bien goce. Y déjame. Desvía. Tirana, a mí bien oye. No me sigas. Espera. Aborrezco a los hombres. Pues aunque me aborrezcas, ha de seguir tus voces el eco de mis quejas que amoroso responde, si de mi noble sangre el valor no conoces porque a veces las prendas crecen obligaciones. Casi soy hijo segundo del patriarca noble Noé, a quien estos campos tributo reconocen. Quiero ver en qué para y, si atrevido pone la mano donde vivo, aqueste limpio estoque será su muerte misma. ¿Cómo no me respondes? ¿Por señas sólo hablas? Pues mi fe desconoces, haré que con mi fuerza pagues obligaciones. Primero que lo hagas habrá quien se lo estorbe. (Dice fiero) ¡Por esta parte huye! ¡Acudid, cazadores! (Sale) Mi padre es el que viene. Bosque, que siempre acoges de inciertos peregrinos sucesos y traiciones, para que yo no muera en tus ramas me esconde. (Vase y sale Amalec) ¡Oh, infanta y reina mía! ¡Oh, Amalec! ¿Quién se pone tan lejos de mi vista? Sin duda que a estos bosques vienes porque en el mundo haya dos Anteones. Si agravias a mi pecho con cosas desconformes, a la nobleza mía dejando obligaciones, haré que no me hables para que no me enojes y si porque te he dado despecho más que bronce que en la fragua de amor le martilles y forjes, no pienses que es con todos, que aunque favor te sobre, del cielo en que te ríes al profundo en que llores caerán de su privanza sus locas presunciones. Perdona, bella y grata, no quiero que te enojes, que despuntan de agudos en hombres los amores aquellos terevintos , estos tejos y bojes con mis celos gigantes compiten por que llore o decirte requiebros, no te espantes que cobre celos, que los engendran amorosas razones. Celar no es afrentar, si les das ese nombre. Todo el mundo es afrenta, quien ama celos coge, tu padre me levanta para que a ti me postre; su privanza me ha dado y el alma, así que corren de amor y de fortuna parejos los favores. ¡Cómo encantas la tierra! ¡Cómo traes a los hombres, que te miran rendidos! Todos me dan pasiones. Mi padre se levanta para que yo te adore aunque en nobleza y sangre seamos desconformes. Tú eres del pueblo amigo del hacedor del orbe y yo soy del linaje de Caín, cuyo nombre dicen que le maldijo Dios el día que el golpe con la sangre del justo Abel tiñó las flores del campo damasceno. Y ved desde entonces que los que decendiesen de Set , hijo conforme al llanto de su padre, que significa el nombre descanso, no casasen con nuestra sangre torpe, pena de ser malditos como sus sucesores. Bien es verdad que haciendo al contrario se oponen muchos a este preceto y lascivos conocen por su rara belleza las hijas de los hombres que a los de mi linaje este nombre les ponen. ¿Qué importa que así sea si el corazón me rompe esa rara hermosura gozando tus favores? Cuatro meses ha justos que alcancé el premio adonde conocí tu afición. Ruego al cielo no estorbe el fruto deseado que me guardas y escondes. Oh, Amalec, él permita que en tus brazos le goces y agora de los míos a enlazarlos disponte, que el alma lo desea. Pagas obligaciones. (Abrázanse) Quien así se estuviera por memoria a los hombres para el tiempo se fue como estatuas de bronce. Pluguiera Dios, señora, y nuestra vida al doble viviera que los tiempos porque más tu amor goce. Disimula que fuera ruido. Cazadores son sin duda. Mi padre viene. Alerta. Soy monte. (Sale Osibar) Como falta de su centro el alma que vive en mí es fuerza buscarla aquí. ¡Oh, qué venturoso encuentro, Amalec! ¡Señor! Es hora de verte. Yo te he buscado por este monte intricado todo el día y hallé agora sola a mi señora y fue fuerza hacerle compañía, que, como pasa ya el día, fuera tener poca fe a tus mercedes si sola la dejara. Hiciste bien, que yo lo hiciera también donde mi fe se acrisola. Siempre su desdén ingrato muestra enriqueciendo montes, dorando esos horizontes, huyendo el humano trato, ingratitud excusada. ¿Diote amor esa fe? Diola, que más vale andarme sola que no mal acompañada. ¿Tan mala es la compañía de un padre e hija? Cuando hace obras con que satisface buena decirse podría. Convénzate mi razón de que puedes ser testigo, que es mayor el enemigo cuanto es más la obligación, que es cierta opinión prometo. ¿Yo? Si es amor quien lo causa mira cuál será la causa siendo tan grande el efeto. ¿Qué es esto? ¿Qué confusión de razones estoy viendo? O yo mismo no me entiendo o me falta la razón o el rey ama su hija. ¡Cielo! ¿Cómo consientes tal daño? Mas como tanto lo extraño, si hoy no se halla en el suelo otra cosa sino vicio, cual a su hija ha gozado y cual a su hermana ha dado la llave de su juicio, todo va roto y perdido, que mucho que tema yo disimularé, pues no soy el desfavorecido hasta ver en lo que para. El valeroso Caynán, virrey y gobernador del reino, el mayor señor a quien sujetos están todos los reinos y tierras que sujetan las naciones por no cansar con razones te pide, hija, y las guerras pienso que tendrán buen fin si ser su mujer acetas. ¡Ay de mí, dudas secretas no me deis tan presto el fin! ¿Qué he de hacer si se la da? Soy muerto. Si se la doy, ¡ay de mí!, que muerto soy. El embajador está aguardando la respuesta. Da breve tu parecer que en pedirte por mujer mucha afición manifiesta para que labre su intento y si gusta de casarse no tiene que desvelarse mi atrevido pensamiento. Si no gusta cierto estoy que gusta de que la quiera y si el cielo la pidiera la negara al cielo hoy. ¡Ay de mí, si dará el sí! ¿Qué he de responder? ¿Qué haré? Así le divertiré. Sin duda, duda por mí. Mucho me espanto, señor, que no teniendo otra hija, ni daño que el rey no aflija, me tengas tan poco amor que me quieras ausentar, porque no viéndote muera antes. Ten fe, aguarda, espera, tal he llegado a escuchar albricias alma que ya se rinde un monte, una furia. Yo te perdono la injuria, amor que en mi pecho está. Ella me quiere. Dichoso el corazón que te ama. ¡Oh, Amalec, tu amor me inflama! ¿Quién nació tan venturoso? ¿Quién tal ventura ha tenido? Ella me quiere y por eso no se casa y pierdo el seso, si no le tengo perdido. ¿Que determinas casarme? ¿Cómo casarte? Primero morirá del mal que muero quien de ti quiere ausentarme. Primero del Sol divino faltará luz en sus rayos y no florecerán los mayos como florece contino. Primero el suelo estrellado se verá porque en el suelo se mire estrellado el cielo y el suelo, cielo sagrado. Primero el mar de su curso saldrá asolando los montes, cubriendo los horizontes de su ordinario discurso. Primero la enfermedad dará gusto y la salud tormento eterno, inquietud y faltará la verdad. Y, en fin, para concluir, primero el fiero dolor cesará por el amor de quien me hace morir, que es más difícil de ver que faltes de mi presencia que de mí hagas ausencia llegando a ser su mujer. Agora sí, padre mío, es justo te dé mis brazos. ¡Quién mereció estos abrazos! Ved si fuiste mi desvío. Cubierto el fuego en ceniza no se ve su resplandor, así es el fuego de amor: no arde si no se atiza. Quien dudare de este bien dé confusión a quien ama, que aviva mucho la llama cuando la sopla el desdén. Famosamente le engaño. ¿Para qué le obligaré? Porque a quien rendí mi fe quiero excusar tan gran daño. (Pónese al otro lado Amalec) ¿Que me quieres? Sí. ¡Ay de mí! ¿Qué dices? ¡Calla! ¡Yo muero! ¿Que me amas? No, sí. Espero la esperanza que perdí. ¿Que me querrás? No, sí. Espera, ¿qué has dicho? ¡Calla! ¿Qué importa? Hoy de mi ventura corta desastrado fin se espera. No temas. No temo yo. Que no lo digo por ti. ¿Por quién lo dices? Por mí, que te adoro. ¿Y por mí no? Más te quiero que a mi vida. ¡Qué venturoso que soy! No lo digo por ti. Estoy... Ya mi esperanza es perdida. Loco de oírte. No dudes. Con eso no dudaré. ¿Qué duda tendrá mi fe mientras de intento no mudes? Querría darte a entender lo que te quiero. Ya veo todo el fin de mi deseo. No es por ti. Al fin es mujer tirana. ¡Qué necio estás! Por ti lo digo. ¿Qué espero? ¡Ay de mí! Yo desespero. No te entiendo. Así podrás señor. A Amalec adoro. ¿Qué has dicho, tirana hija? Oye, señor, no te aflija. ¿Así pierdes el decoro? ¿Qué ha dicho? Muerto he quedado. Escúchame y no te alteres. Aprende a engañar mujeres. De esta industria que he trazado parecerá cosa fea que el mundo venga a entender que me quieres por mujer y mi amor en ti se emplea. Amalec es tu secreto, tu voluntad y privanza y para no dar venganza al mundo será de efeto que cuando a hablar me vengas le traigas siempre contigo y él hable por ti conmigo porque tu amor entretengas sin nota. Puestos los dos juntos diré mi pasión a él por ti. Tienes razón. Buena traza, ¡vive Dios! Cuando más tierna me arroje con amor esas razones dando a entender mis pasiones, tu real pecho no se enoje, que por ti las digo a él y él responderá por ti, porque se encubran así nuestros amores. Jael puedo llamarte. Tal traza pudo un ángel inventar. Por donde quiere cazar pierde el cazador la caza. Desta suerte alabarán sus intentos amorosos, que a un traidor dos alevosos suele decir el refrán . Sepa Amalec nuestro intento. Dices bien. Ya sólo oí. ¿Y qué te parece a ti? Que digo que estoy contento porque es la traza extremada, que es que comencemos luego. Comienza, Amalec, que el fuego me tiene el alma abrasada. Yo me quisiera ensayar. Di, di. No tengas temor, dale cuenta de mi amor. Muy bien, puedes comenzar. Señor, al alma os rendí. ¿Va bien? ¿Quién duda? Bien va. Amalec, la mía está del todo muerta por ti. ¿Hay más ventura? Esto es hecho. Como su padre soy, teme porque me abrase y me queme rendirme en público el pecho. Pero por aquí sabré lo que deseo. ¿Qué aguardo? Di más, mancebo gallardo. Manifiéstale mi fe. Y tú, responde amorosa, tierna, agradable y tratable. ¿Cómo si lo haré agradable? Te respondo, esposo. ¿Esposa? Esposo me ha dicho ya. ¿Quién tanta ventura vio? Yo me muero por ti. Y yo por ti vivo. Y vivirá. Di más, di más. Advertirte puede mi pena amorosa, que no me has mandado cosa en que más pueda servirte. Llega y tómale una mano. Darela de voluntad y a mayor dificultad hallarás mi pecho humano. ¿Quién mereció tal favor? ¿Quién tanta ventura vio? ¿Qué padre a hija consintió tal desatino de amor? No te canses. No me canso, que es imposible cansar ni dejarte de engañar, que vive aquí mi descanso. ¿Podré atreverme a abrazarte? Si tanto te amo y te quiero, ¿qué aguardas o yo qué espero? Mil abrazos quiero darte. Agora sí decir puedo amor que me das buen fin. Demos la vuelta al jardín, pues tan venturoso quedo. ¡Vamos! ¿Quieres que te dé otro abrazo? Justo es. Abraza, abrázala, pues. Una y mil te abrazaré. (Éstos se entran) (Sale Jaret, Jabel, Tubal, Enós, Cayrán, y Noema y Sela, mujeres, cantando) (Canten) Mientras pasa la vida, que pasa despacio, no haya más que gustos, bailando y cantando. Y ayuden las aves con dulces cantos, arroyuelos y fuentes, flores y prados, y corriendo por ellos música y aires en los álamos verdes jueguen y dancen. Sólo el gusto sea y el amor el blanco de nuestros deseos, de nuestros cuidados. Sírvannos de alfombras los verdes campos donde amor celebre amorosos lazos. No hay temer la muerte en tan verdes años, con amor y gusto, con ocio y descanso. [Canten] Y mientras la vida pasa tan despacio, no haya más que gustos bailando y cantando. Y ayuden las aves con dulces cantos, arroyuelos y fuentes, flores y prados, y corriendo por ellos música y aires en los álamos verdes jueguen y dancen. Gastemos toda la tarde, mientras que pasa el calor, haciendo de nuestro amor al campo dichoso alarde, pues que convida este prado, este arroyo y esta sombra con esta tupida alfombra del abril enamorado. ¿Por acá estabas, Lamec? ¡Oh, Tubal, Jaret, Cayrán, Enós, Jabel, Damasán, Sela, Noema, Amalec! Ya está mi hermana por mía, rindió el amor su desdén. Dete el prado el parabién, las aves, el sol y el día. También Tubal ha vencido a su hermosa madre Alfena, de quien como de mi vena fue tratado con olvido. Y yo a Sela, hermana mía. Yo el encanto soberano de la mujer de mi hermano. Ella es toda mi alegría. (Sale Barteno, villano, dando voces) ¡Ay, ay, ay, ay, que me muero! ¿No es éste Barteno? Sí. Llorando viene. ¡Ay de mí! Un triste suceso espero. ¡Ay, ay! Barteno, ¿qué tienes? ¡Ay, ay! El seso ha perdido. ¿Qué es lo que te ha sucedido que tan lastimado vienes? Ya no hay harto para mí, ya no hay más fin ni descanso, ya no hay cura, ya no hay manso, feneció cuentas aquí. ¡Ay, ay! ¿Pues no nos dirás la causa de tu pasión? No sé, dentro el corazón que me está haciendo tris tras. ¡Ay, ay! ¿Qué tienes? Acaba. ¿Qué remedio te daremos? ¿De qué son tantos extremos? Desta vez lo digo. Estaba... ¡ay, ay! ¿Qué viste en efeto? Una hermosa cazadora que a competir con la aurora salió, a quien tuvo respeto el Sol, llegome a pedir, viendo llenas las encellas , unas natas que con ellas quiso también competir. Yo, que la quise agradar, fui corriendo y tropecé a sus pies de donde a fe nunca me quisiera alzar. Diome la mano y sentí por el brazo arriba luego ir al corazón un fuego que quedé fuera de mí. En las entrañas malsano comencé a sentir cosquillas y púseme de rodillas para besalle la mano; que como me parecía nieve y el fuego miré con ella helarme pensé. Yo que los labios ponía y ella con esotra mano me dio tan gran bofetón que quedé bailando al son. Y hasta este punto devano, que de andar alrededor he quedado de manera que para devanadera suya ha de guardarme amor. Délbora te tiene loco, deja tan necio cuidado y a guardar vuelve el ganado, no tengas tu vida en poco. ¡Pardiez que pude llegar! A la ciudad por miralla, que si en linda cara... ¡Calla! Vuelve a tañer y a cantar. Mientras pasa la vida, que pasa despacio, no haya más que gustos, bailando y cantando. Y ayuden las aves con dulces cantos, arroyuelos y fuentes, flores y prados, y corriendo por ellos música y aires en los álamos verdes jueguen y dancen. (Estando bailando una parte en modo de monte, sale Noé con una azada) Hasta que volváis a ser tierra, miembros fatigados con la azada y los arados la tierra habéis de romper, que habéis de comer el pan que para sustento os muestro a precio del sudor vuestro por justa herencia de Adán, que padeciendo en la tierra mortales, míseros daños, hoy hace quinientos años que labro esta inculta sierra. Y cuando el agua del cielo a las cosechas tardías falta, las lágrimas mías bajan a bañar el suelo. Hola, ¿qué dices Tubal? ¿Ése que con esa azada labra esa maleza armada de aspereza desigual no es Noé? Jaret, él es. Pobre viejo en tanta edad aún tiene necesidad de cultivalla. ¿No ves que eso por virtud profesa? Aunque también hay quien diga que es avaricia enemiga del mismo dueño. Con esa se da muerte cada día tras el arado y la azada. Siempre en la vejez cansada esa hidrópica porfía de más hacienda sedienta siempre cuando guarda más, porque no se ve jamás satisfecha ni contenta. Sin alzar la frente al cielo trabaja el pobre fingido. De cansado y de rendido dio con la azada en el suelo. (Cae Noé) Así, así, vejez cansada, no podéis más resistir, tan presto os llega a rendir el trabajo de la azada. Volved, no mostréis flaqueza o esforzaos para romper sepultura en que poner vuestra vil naturaleza. [730] Apartémonos de aquí a más apacible amparo, porque este hipócrita avaro no nos juzgue desde allí lo que decimos o hacemos. Éste es público lugar. Dices bien. Vuelve a cantar y mejor sitio busquemos. (Éntrense dando las manos mujeres y hombres) Mientras corre la vida, que pasa despacio, no haya más que gustos, bailando y cantando. Y ayuden las aves con dulces cantos, arroyuelos y fuentes, flores y prados, y corriendo por ellos música y aires en los álamos verdes jueguen y dancen. Cada macho con su macha se han asido y yo no hallo qué mirar para un caballo, cuanto más una muchacha. Voto al Sol que tengo de ir a la ciudad, que quizá Délbora a mí me querrá, que no tengo de morir, que en tiempo de regodeo, de chacota y de chacona, quizá querrá vida bona zarabanda y bamboleo, y téneme deseo que me bamboleo. (Cantando se entre) ¿Allá vas, gente perdida, que a volver no te provoca nada al cielo, ciega y loca, tras los gustos de la vida? No sé cómo sufre el suelo tantas ofensas. No sé cómo el Sol, cuando las ve, no pide rayos al cielo. No sé cómo los ampara la tierra y para no vellas no le ciega las estrellas al cielo el Sol en su cara. No sé cómo, mas Noé, ¿qué sabéis? Vos habéis sido quien más al cielo ha ofendido y vuestras ofensas ve. (De adentro) ¡Noé! ¿Quién me llama? (Aparece Dios con un velo) Yo, que yo soy yo solamente. Si a vuestros favores siente pecho que tanto os amó, Señor, ya por ese nombre sé quién sois, pero no sé qué queréis de mí. Noé, pésame haber hecho al hombre, si en Dios puede haber pesar, pues tan poco agradecido en la tierra me ha ofendido, su nombre pienso borrar. Ya el fin del hombre ha llegado, su camino corrompió la carne. El plazo llegó de castigar su pecado. No me ha de quedar viviente sobre el rostro de la tierra, del hombre a los animales, que con ella no perezca, porque han de pagar los brutos de los hombres las ofensas, lo sensible y lo insensible, cuanto al Sol respire y sienta. Señor, detened la mano de vuestra justicia inmensa, universal plasmador de tantas luces y esferas, gran pintor, cuyo pincel fue nuestra naturaleza. No deshagáis una imagen tan semejante a la vuestra, que no es bien que una pintura de tan grandes excelencias, y retrato vuestro al fin, lo borréis desa manera. Si por andar maltratado de los vicios no os contenta, retocalde los colores. Dalde, Señor, sombras nuevas, quitáldelos lejos todos que de vos, Señor, se alejan, que yo aseguro que entonces os contente y os parezca, pero borralle... Noé, ya está dada la sentencia, no me contenta el retrato, de haberle hecho me pesa. Solamente tú has hallado conmigo gracia en la tierra y eres el justo. Haz una arca de acepillada madera, que tenga trescientos codos de largo, de ancho cincuenta, de alto treinta, de tal forma que a un lado el remate sea con un betumen la junta por de dentro y por de fuera, una ventana al remate y a un lado sola una puerta . Después desto, harás, Noé, muchas mansiones en ella, cenáculos y apartados con medida diferencia. Aquí quiero que te escapes con tus hijos y tus nueras y tu mujer solamente, porque he de cubrir la tierra con agua, para que acabe toda carne humana en ella, consumiendo cuanto vive debajo de las estrellas. De todos los animales has de encerrar macho y hembra y siete pares de aquestos que son de mayor nobleza. Haz lo mismo de las aves, para que salvarse pueda su generación contigo. Y sustento vario encierra en abundancia, de modo que para ti y ellos sea, entre tanto que los montes cubra de toda la tierra con universal diluvio, porque he de llover cuarenta días y cuarenta noches hasta que el mundo perezca. Y mientras que se fabrica el arca desta manera, publica, patriarca, al mundo el temor desta sentencia. (Toquen chirimías y cúbrase Dios) Hombres, mirad que desnuda contra vosotros la diestra de Dios, su espada que baja a satisfacer ofensas. Penitencia, hijos de Adán, desterrados hijos de Eva, en este valle de lágrimas, haced, haced penitencia. Fin del Primer Acto Acto Segundo Acto Segundo (Sale) Antes que el arca se acabe y del mundo el curso leve que tan osado se atreve al Dios que es justo que alabe, quiero hacer lo que me manda publicando su sentencia, que es tan grande su insolencia que ya por la tierra anda, que temo la perdición de nuestros hijos de Adán. En esta ciudad están muchos que del bando son del linaje de Caín. Quizá los convertiré. a Dios. ¡Oíd a Noé, (A voces) hombres, que llega ya el fin! ¡Volved a Dios! (Salen dos mancebos) ¿Quién da voces? ¿Quién es quien predica agora? Que llega la terrible hora. ¿Quién es? ¿Ya no le conoces? Un loco. Pobre de ti, si a mí me das ese nombre. No hagas caso de ese hombre. Déjale. ¡Vete de ahí! (Dale un empellón) Sea por amor de Dios. ¡El hipócrita villano! Deja, pondrele la mano. (Dale otro) No os la ponga Dios a vos, que os dolerá más su azote. ¿Que así se atreve a hablar? Dale, hazle reventar. Deja, tomaré un garrote. (Danle) ¿Qué os he hecho que me dais? Predicar tantas locuras que asombráis el mundo. Oscuras en vuestros vicios andáis. Yo hago lo que Dios manda. Lindo loco. Háblale Dios. Reír nos hace a los dos su locura y su demanda. ¡Dalde! ¡Vete, ve, locuelo! (Danle) ¡Dadme, norabuena, dadme! (Cae) (Sale un alguacil) ¿Qué es esto? ¡Dadme, matadme! ¿Por qué le echáis en el suelo? Es un loco. Escandaliza el lugar. Pónese saco. ¿Cómo mi cólera aplaco? Todo lleno de ceniza, dice que se acaba el mundo. A él y a vosotros es bien prenderos. ¡Miren! ¿Por quién? En justa razón me fundo. A vos, porque el pueblo andáis alborotando. A vosotros, por dar escarmiento a otros, que es mi licencia cedáis. Si eso es justo, vamos presos. Poco estaréis en prisión, que el virrey a esta ocasión ya sentencia los procesos todos. ¡Ah de la prisión! (De adentro el Alcaide) ¿Quién es? Tres que presos van. A buena ocasión vendrán. Un viejo y dos mozos son. (Descúbrese la cárcel y parecen todos lo que pudieren muy galanes, y con guitarras y panderos cantando) Ésta sí que es prisión de gusto, ésta sí que de gusto es prisión, donde castigan los buenos, donde se premia a los malos, será la prisión regalos, prisión por gusto tenemos. Cantad y todos diremos, en voz alta y con razón: ésta sí que es prisión de gusto, ésta sí que de gusto es prisión. ¡Oh, miseria de los hombres! ¡A qué desdicha has venido, que en la prisión donde suelen castigarse los delitos todo es zambras y saraos, alegrías, regocijos! Al fin, el mundo al revés. El virrey sale. (Sale Caynar bivirrey) Da oído a nuestras culpas. Ya os oigo. (Siéntase) ¿Qué pedís? Justicia pido deste hombre y mi mujer. Relator, decí el delito. Este hombre se enamoró desta mujer y atrevido entró en su casa, forzola, llegó luego su marido y hallándola alborotada, pidiendo justicia a gritos, sacó la espada y queriendo darles muerte, al gran ruido que hacían llegó a prenderlos, trújolos aquí el ministro para que les des la pena conforme al grave delito. En fin, ¿éste te forzó? Sí, señor. ¿Y tu marido le quiso matar por eso? ¿Y cómo, señor, si quiso? ¿Por una cosa tan leve? ¿Cómo leve? ¿No lo ha sido una cosa natural? ¿Quién mayor maldad ha visto? Di si no eres de gran pena. ¿Dime qué culpa han tenido si él della se enamoró y por cumplir su apetido hallando ocasión gozó lo que apeteció, amó y quiso? Bueno, ¿y no merece pena, señor, tal maldad? No, amigo. Si aqueste se enamorara y hallando la ocasión, tibio la despreciara y no osara, era digno de castigo. Pero si ya aficionado dio sustento a su apetito, premio merece. ¡Señor! No repliques atrevido. Así, sí es bien castigarte y así, este proceso visto, mando que a éste le den un salvoconducto mío para gozar las mujeres que le agraden. Y a éste, digo que le den dos mil azotes, que de más castigo es digno. ¡Señor! ¡Calla! ¿Osas hablar? No repliquéis. No replico. Fuego deciendadel cielo que... ¡Calla! ¡Callad, amigo! ¿Quién vio tan grande insolencia? Señor, detén tu castigo. Quizá se conocerá un pueblo ciego en sus vicios. Este hombre, gran señor, es ladrón. Hurtó en el sitio del templo seis mil talentos, joyas y diamantes ricos. El que a cargo los tenía, que es éste, aquí le ha traído para que por tu sentencia purgue su maldad. Has dicho muy bien. ¿Por qué lo hurtaste? La necesidad ha sido causa, señor, y hallar ocasión. Descuido mío de dejar la puerta abierta fue. Condenaste a ti mismo. Si tuvo necesidad y halló a mano el oro amigo, ¿no fuera gran necedad no tomallo? Bien has dicho, señor, que si no le hallara, no le tomara. ¿Hase visto tal maldad? Tú sí mereces pena por tu desatino. Y así, pues no lo guardaste y deste el remedio ha sido, las joyas a éste le den de la hacienda deste, limpios cada año, ochenta talentos. ¡Señor! ¡Calla! ¡Calla, amigo! Estos dos hombres que ves le salieron al camino. A éste que está presente, porque tuvieron aviso que llevaba diez mil doblas y él, gallardo y atrevido, sacó la espada, embistioles; tal suerte tuvo que quiso el cielo que los atase y ante ti los ha traído para que les des la pena que deben. Bien. Gran castigo merecen, señor. Ya estoy de cólera sin juicio. Tú tuviste atrevimiento contra dos hombres, altivo, a sacar la espada. Vime acosado y perseguido. La defensa es natural. ¿Qué decís? Señor, vivimos pobres. Disculpa tenéis. Partan, repartan los ricos con los pobres, no perezcan. Oíd el pleito por mí visto: mando que aqueste les dé al punto el dinero mismo que defendió y estos dos quiero que vivan conmigo [1070] por sus buenos pensamientos. ¡Vivas mil años! ¡Maldito seas de Dios! ¡Calla! Callo. ¿Replicas? No. ¡Calla, amigo! ¡Ah, miseria de la tierra que a tal desdicha has venido! Disimular quiero un poco. ¿Ese hombre viejo vestido de ese saco por qué está? Éste es quien predica a gritos que se acaba el mundo. Éste es buen loco. Aquí le han traído a él y a estos dos mancebos, porque en la calle han tenido con él dándole mil coces y él, humilde, a to[do] dijo: sea por amor de Dios. ¿Por qué le dieron? Han dicho en sus confesiones ambos que porque alborotó. Ha sido justo. Humilde se postró a nosotros y le dimos coces, bofetones, palos. Hicistes bien, malnacido, vil. Di qué es tu pensamiento, que aun yo a mí me escandalizo de oírte decir locuras. ¿Quién te manda? Dios. ¡Qué estilo arrogante! ¡Dios! ¿Así tienes perdido el juicio? Dios me manda que os predique. Agora, loco atrevido, verás tu muerte. ¡Llevalde! ¡Dalde vida! Señor mío, vida él se la tiene. Oye, ¿cómo no vas? ¿Dónde? Amigos, a dalle vida. ¿Qué vida más de la que tiene? Digo que le des vida. Señor, todos le hemos entendido, pero él está sano y bueno. ¿Qué hemos de hacer? Sin sentido estoy, que no me entendéis. Todos los que te servimos hacemos lo que nos mandas. Llegad de presto a él. Asildo, dalde vida. ¡Vive Dios, que le ha faltado el juicio! ¡Rabio, que no me entendéis! Éste es extraño prodigio. Y pues quiere Dios que os hable, oídme que vais perdidos. No quiero oír necedades. Llevalde de ahí a quien digo. (Van a llegar y no pueden) ¿Cómo? ¿No llegáis? No puedo, porque ambos pies tengo asidos y pegados en el suelo. A todos ha sucedido lo mismo. Dejalde, pues. Sin duda es éste hechizo. Cantad, divertidme un poco, que me faltan los sentidos. (Van a cantar) Primero que vuestra voz suene, quiere el pecho mío cantar al son de instrumentos, templados con mis suspiros: hombres, por qué no lloráis antes que el plazo cumplido veáis, que ya falta poco. Recebid estos avisos: que vuestras ynormes culpas, que vuestros feos delitos son causa de vuestra muerte. Ya llega el fin prometido. Pues si pasa la vida y tiempo florido, no haya más que gustos y regocijos, vengan los placeres, huyan pesares, toquen instrumentos, canten y bailen. (Cantan) ¿Es posible, fieros tigres, montañas, que mis avisos no os muevan? Volved a Dios, que se ablanda con suspiros, con un pequé solamente tiene el perdón prometido. Volved los ojos humildes al estrellado edificio. Traspasa el oriente claro que llega el fin. Bien ha dicho, pues si el fin se llega, tiempo florido, no haya más que gustos y regocijos, vengan los placeres, huyan pesares, toquen instrumentos, canten y bailen. Muévaos hambrientas arpías, engañosos cocodrilos, que os convida con copas aquel hacedor de vino. Su misericordia os llama, que yo en su nombre he venido. Con voces tiernas os ruego, con amor de Dios os pido. No nos canses más, villano, que el rey es nuestro apetido. Él vive, él reina. Los presos soltad cadenas y grillos, haced pedazos las puertas, caigan en tierra y conmigo vengan todos, que un agravio de un tirano rey ha sido causa a la mayor ruina que en el orbe se habrá visto. A Délbora me ha negado, porque acudan con más brío a servirme las naciones a todos doy paso limpio, que sigan su inclinación sin temer pena o castigo. ¡Vivas mil años! ¡Caynar, nuestro virrey, vítor! ¡Vítor! ¿Cómo no teméis? ¡Echalde! Vete de ahí, vejecillo, (Dale) con tu saco y tu ceniza, que te ha faltado el juicio. Pues no me oyes, yo me vuelvo a encerrar, porque los ríos pronostican mi venganza. ¡Ah, mundo al revés, que has sido causa de tu perdición! ¡Vete viejo! El fin he visto de vuestra vida. (Vase Noé) ¡Alto! Pues si nuestro fin ha venido, pues el fin se llega, tiempo florido, no haya más que gustos y regocijos. Vengan los placeres, huyan pesares, toquen instrumentos, canten y bailen. (Éstos se van cantando y bailando y sale Damasán, criado del rey, Sela, dama de la infanta) Cuando por un pensamiento movido de tu hermosura tan falto de mi ventura cuanto sobra en mi tormento, cuando por obedecerte padezco en penas y daños de una fiera los engaños que traen tan cerca mi muerte. Cuando entendí que me dieras nueva vida me despides y con tal rigor me pides y con entrañas tan fieras que te deje, ya he sabido la causa deste pesar: quieres a Amalec amar. Ya suponerme en olvido es más galán, no me espanto, tiene más suerte también, que es mayor riqueza y bien, porque yo me anegue en llanto. Vuelve siquiera a mirarme por premio de mi pasión. Pienso que es mayor razón, pues que te dejo, dejarme. ¿Cómo quieres que te deje si no me dejas a mí? ¿Yo dónde te tengo a ti? ¿Cómo quieres que se aleje mi pecho si va contigo? ¿Dónde te puedo tener que aún yo no puedo caber en el mundo ni conmigo? Damasán, el tiempo acaba un gusto y otro comienza. Que sin que razón te venza si es tal. Si soy esclava de amor, que mucho lo diga, que estoy tan llena de amor, que muestra en mí con rigor por ojos lengua. ¡Ah, enemiga! ¿Eso dices? Afirmar te puedo que me avasalla, que no es amor si se calla, que amor no sabe callar. La prudencia contradices, que en los hombres de valor que estiman amor y honor no ha lugar eso que dices. Amante considerado no ama, que si ha lugar amor de considerar no es amor sino cuidado. Ser público a un hombre infama y dél ningún bien se espere, que no quiere el que no quiere el honor de la que ama. Templado estás a los viejos gozando la coyuntura, que no es buena la pintura cuando tiene malos lejos. Y escucha este pensamiento: lleno un vaso de licor, ¿cabe más? No. Así mejor se concluye mi argumento. Haz cuenta, le ves aquí ya lleno, no cabe más, ni cabrá aunque le eches más, si ya está lleno. Es así. Y si vacío estuviese al echar licor en él, es fuerza recoja él lo que falta. Así es. Pues cese tu duda, que claro está que si ha tenido lugar amor de considerar algún vacío tendrá. Y así he probado en rigor que el que sirve y amor tiene tanto que a decirlo viene, ese tiene más amor. De poca firmeza nacen vuestro gusto y opinión, mas, como ellas falsas son, falsos argumentos hacen. ¿De qué sirve que te canses? Déjame, pues que te dejo. Si es así, el primer consejo toma para que descanses. Yo quiero bien y no a ti; si me quieres, no te quiero; si tú mueres, yo no muero; déjote, déjame a mí. ¡Qué paciencia ha de bastar, ingrata! El cielo permita que quien la vida me quita ése te venga a matar. Amalec sale y la infanta. ¡Huye, huye! Ése es mi daño, pues el fin de un desengaño ni me acaba ni me espanta. ¡Vete! Por darte ese gusto me voy. (Sale Amalec y Délbora, y un villano con un niño) Ve con brevedad, sácale de la ciudad. (Se va el niño) Que yo te sirva es muy justo. Ya el fruto de mis entrañas salió a luz. El cielo quiera guardarlo porque no muera el Sol en esas montañas. Pena me da verte aquí. Vete a la cama, mi bien. No, Amalec, así estoy bien. Disimular quiero así. No en vano el alma recela el ardor en que se abrasa. Es posible que esto pasa. ¿Qué más desengaños, Sela? El desprecio deste ingrato de tan justa causa nace y así este desprecio trace el castigo a su vil trato. ¡Qué engañado el rey vivía y qué engañada viví yo! Sepa el rey lo que pasó, su maldad disculpa es mía. Voy a avisarle que espero pruebe del rey el rigor. A un traidor otro traidor. Muera del daño que muero. ¿Quién habla? Sela es aquesta. ¡Amalec! Sela, ¿qué quieres? ¿Tú el noble, tú el leal eres... [1335] ¡Oye, Sela! ... para esta? (Hácese) ¿Qué es esto, Amalec? ¿Qué fue esta amenaza de Sela? ¿Qué cuidado la desvela? ¿Qué razón tiene? No sé. ¿No sabes? Tu falsa traza va descubierta, traidor, que es final, que es superior el que enojado amenaza. Sela es en todo extremada. Se habrá querido burlar. ¿Cómo puede amenazar el que no le deben nada? Hay personas de ese modo, por tener en qué entender que por hacerse temer dan en barajarlo todo. Mayores causas le obligan, que no le puede obligar a una mujer sino amar a que en público se digan. Délbora hermosa, los cielos airados me despedacen si de causa mía nacen, ni jamás te he dado celos. (Sale Sela y el rey, con recato) ¿Esto dices? Esto digo. Escucha, muera el villano que ha levantado tu mano. Yo soy de su amor testigo. ¡Qué fácil que me engañé! Mi misma traza me ha muerto. Oye y verás cómo es cierto. Tan mal se pasa una fe. Villano, ¿vos a mi honor os atrevéis de ese modo? Muera, aunque muera yo todo, pues me he debido a un traidor. Señor, díjetelo yo. Bien, pero Délbora honrada muestra valor enojada. [1375] ¿Y Amalec? Amalec no. ¿Yo villano? De ese nombre bien ajeno está mi pecho que en él vives, dél has hecho para mí inmortal renombre. ¿Qué aguardo? Quiero llegar, que en amor y celos rabio. Hoy he de vengar mi agravio. Como acabo, ha de acabar. Llega y disimula agora. ¡Amalec! ¡Ay, desdichado, si me ha oído! Estoy cansado de persuadir, mi señora, para llevarte un favor. Y ella airada y enojada no me da respuesta a nada y en esto entiendo, señor... ¿Ansí favor le pedías? Señor, favor le pedí. Y favoréceme a mí, Amalec, con tus porfías, que bien fácil se declara, viendo en tus ojos su luz que es favor por arcaduz y tú la fuente en que para. No más engaños, no más. Cesen traiciones armadas, que son píldoras doradas los favores que me das, que ya estoy bien satisfecho en las razones que oí, que yo el acíbar comí y a ti te hacen el provecho. Tus enigmas me confunden. Oye y proponme las culpas, ya que no admites disculpas para que en razón se funden. Culpas hay que no es razón admitir en la disculpa, que cuando es grande la culpa las disculpas no lo son. No es concierto entre los dos, que para darte favor los diga a Amalec, señor. Sí fue, pero no a los dos. Yo soy y tu traición calle, como la tabla que llama para darle al huésped cama y ella se queda en la calle. Ya tu maldad entendí y fácil puedo advertirte que para más encubrirte me haces tercero a mí. ¡Señor! Villana, no más. ¿Quién nació tan desdichado? El cielo me ha castigado. Presto el castigo tendrás. Pena de la vida mando que en el cuarto de las damas no entres. ¡Padre! ¿Qué? ¿Me llamas cuando me estoy abrasando? Advierte que si eso mandas atajas tu pretensión, porque no será razón que diga tu reino que andas tan mal que a tu misma hija festejas y que este medio le busque para remedio de nuestro amor. No te aflija más tu engaño, esto ha de ser. Salte afuera. Muerto soy. Si te vas, tras ti me voy. Al fin me quieres perder. Señor, mira que es crueldad dar tal pena a mi señora. ¿Tú me aconsejas agora? Bien se muestra mi piedad en no desterrarle o darle muerte. ¿Qué delito ha hecho? Abrasar un real pecho. ¿Por eso has de castigarle? ¿Pues no tengo razón? No. Por ti le favorecí. Pues yo le aparto por mí. Pues ya tu amor acabó. Yo de nuevo resucito, que no habiendo a qué lugar por fuerza ha de remediar este tormento infinito. Si más insistes en eso, pues en tal razón me fundo, le desterraré del mundo. ¡Ay de mí, peor es eso! Disimular quiero, no sea causa de mayor daño. [1470] Quiero esforzar este engaño. Cuando la fe te entregó mi pecho fue para amarte y porque no pareciera tan mal el medio quisiera que busqué para adorarte. Pero si tu gusto es, padre y señor, sean, sí. ¡Qué más gusto verme a ti rendida! Dame esos pies, no quiero más escuchar favores. Darlos es justo. Que suele matar el gusto más presto que no el pesar. Con quererte tu amor pago, que a ti te adoro y te quiero, por ti vivo, por ti muero. ¡Ay, Amalec! Esto hago por tu bien y no perderte, pues si te pierdo, mi bien, he de morir yo también, que ya se acerca mi muerte. Quisiera para pagarte ser el premio de tu gusto, mas pues que no hay premio al justo, ya te pago con amarte. (Sale de soldado ridículo Barteno y uno de la guarda con un papel) Ya os digo que me dejéis, que so soldado del rey, a quien sirvo a buena ley, como después lo sabréis. Beso a vuesas pestilencias las manos y yo diré a lo que vengo acá, ¿eh?, si me dais vuestras licencias. Decid, norabuena. Digo y oso. No voy bien así. Mejor iré por aquí. Oigan y cojan conmigo. Yo so Barteno, un pastor que en las eras de Noé apaciento su ganado. Hasta aquí bien voy. Muy bien. ¿Cómo diré a lo que vengo? ¿Cómo daré este papel? ¿Qué dices? Que so Barteno y que Barteno seré. Hasta eso ya lo sabemos. Pasa adelante. Esta vez lo arrojé a una zambullida. ¿Cómo le daré a entender a lo que vengo a la infanta? Sópelo. Allá va, pardiez. Hoy casi al reír del alba, que al llorar mejor diré, apacentando el ganado yo con otro hombre de bien, que también soy hombre yo... Que lo seáis harto es. ¿Que sois hombre? ¿Quién lo duda? ¿En las barbas no lo ve? Pasó un pastor con un niño. ¡Ay, triste! No os desmayéis, rey, que a vos viene el recado. Escuchadme. Sí haré. Llorando con débil voz, por ver lo que era llegué entre una tela de mirtos que sabe el tiempo tejer y cortando de la rama con un destral por los pies caté la que estas tijeras solas la saben romper. Hallé un mancebo herido con un muchacho que a fe que a faltar luz en el día él la luz pudiera ser. Yo, como vi el triste caso, quién era le pregunté y él afligido me dijo y sin poder responder que una leona parida por quitarle el niño fue quien le dio aquellas heridas. Visto el caso pregunté cúyo era el niño y me dijo: amigo, hacedme merced de llegaros a palacio, preguntad por Amalec y dalde esta triste nueva. Pues a Amalec, ¿para qué? Si él es muerto, muerta soy. Disimula. No podré. Dice que es caritativo y, como gran señor, es amigo de remediar a los pobres y hacer bien. Manda, rey, que aquí le traigan, críele aquí tu merced, que a fe que el niño es hermoso y yo por heros pracer me quedaré en el palacio y de ama le serviré, que bien sé lavar pañales y hacer migas también, decirle soy tu aya yo, darle papas y mecer. Al justo viene el villano, con éste sólo podré conseguir lo que pretendo sin que se llegue a saber. Quiero hacerle guardadamas, pues más apacible es para el intento que llevo. Hola, avísese a Amalec que vayan por este niño y a ti te quiero hacer mercedes por tu buen celo. Quiero que en mi casa estés y sirvas de guardadamas. Yo las guardaré muy bien, ya estoy hecho a guardar cabras. Haced luego se le dé vestido decente. ¡Vamos, vamos! Eso no. ¿Por qué? Porque a los bobos por talla. ¿Amantear me queréis? Ya os entiendo, pajecico, desta casa no saldré. Traigan el vestido acá. Traelde. Aquí le traeré. Ven comigo. No, señor, con las damas estoy bien, que si ya soy guarda suya, mi oficio quiero ejercer . Hola, salíos allá fuera, ninguno en la cuadra esté. ¿Yo también? No he de escetar aunque sea el mismo rey. Bien comienza el guardadamas. A fe que comienzo bien. Aún no me habéis conocido, después lo echaréis de ver. Yo os obedezco y me voy. (Vase) ¿Fuese, amigo? Ya se fue. Amigo, vuelve a contar lo que viste. ¿Para qué, que ni hay herido ninguno? Quedito, no os alteréis, que es traza para que calle y porque en palacio esté. Y es traza de a dos, cual dobla, que también traigo un papel, que traerte me mandó hoy tu querido Amalec. ¡Oh, pastor divino, dame para besar esos pies! Tráigolos sin escarpines y no pueden bien oler. Brazos tengo, brazos tengo. Y algún día os quise bien, que me ha ajigotado el alma del amor el alfiler. Buenas albricias te mando. El rey manda que vuesced se vista. ¿Dónde? Acá fuera. Justo es, quiero obedecer. Vuesasced vaya. Borracho señoría me diréis, que soy guarda de imposibles. ¿Cómo? Guardo una mujer. Vedme. Yo os haré ese gusto y en todo leal me hallaréis, que hallar un villano bueno es también mundo al revés. (Vase) Ya muero, papel, por verte, que en ti vive la esperanza con que se acerca mi muerte. Plega a Dios halle bonanza en ti por mi buena suerte. Temblando estoy, no quisiera que aquesta nema ligera descubriera mi dolor, que como es tan niño amor en mudanzas persevera. Temiendo te abro, papel, no pague mal tanto amor con su mudanza cruel, que lo que calla el honor suele descubrirse en él. (Lee) “Conviene, mi bien, que al punto para no verme difunto nos partamos esta noche y cuando dorado el coche se esconda, yo tendré junto a la puerta del jardín dos caballos voladores con que salgamos al fin, que nuestros dulces amores podrán tener más buen fin. Vuestro padre me ha mandado no entre en el cuarto del sol, y así a oscuras me ha dejado, y es bien que vuestro arrebol mude luz vuestro criado.” Mejor dirás, señor mío, el centro de mi albedrío, esposo, señor, regalo que al mismo cielo te igualo pues alma y honor te fío. Vamos, mi esposo, obedezco, en todo pienso serville, pues serville no merezco, acaso quiero escribille recado. Servirte ofrezco. (Va por él) Con justa razón me fío de ti, en tu amistad confío, que eres secretaria fiel. ¡Ay, Dios, quién fuera el papel con que escribo al dueño mío! (Sela sale con recado) Ya está aquí recado. Aquí responderé que en buenhora. Ya avisé al rey. ¡Ay de mí! Pésame mucho que agora le ha de matar. Diré ansí: la noche no da lugar para poder escrebir. ¿Hay velas? Yo voy, trazar quiero cómo he de vivir pues supe vender y amar a primero movimiento, que suerte que das tormento en esta verdad me fundo, que si no entras al profundo eres tú sólo su asiento. En triste melancolía vive un alma cuando quiere. ¡Ay, Dios, gran pena es la mía! Ya traigo luz. Cuando muere en mí toda mi alegría. (Pónese a escrebir y sale el rey y escucha) Desde aquí podré mirar, sin que me pueda sentir, la verdad que ha de matar a quien me supo fingir y a quien supo tanto amar. (Escribe) “Lo que me mandas, esposo y dueño del alma mía, haré.” ¿Cómo mirar oso esta grande alevosía? Descanse un pecho celoso que tengo más que aguardar, no valga de amor la ley con el que quiere engañar, que también se pierde un rey por no saber castigar. “Ven esta noche y verás cómo te obedezco más que a mi mismo pensamiento.” Ea, que es fuerte el tormento. ¿Qué hacéis aquí? ¿Dónde vas? A ver de vuestros engaños para vuestro amor el medio, que haré vivir tantos años que es sin remedio el remedio si no se atajan los daños. ¿Qué hacíades? Haciendo estaba aquí unos borrones. Trocar el papel pretendo con otro que sus razones me están el pecho encendiendo. ¿Qué he hecho, pobre de mí? Por otro el papel le di que mi esposo me escribió, que tu medio tendré yo direle que es dél ansí. Pero, ¿cómo, si en la letra es fácil de conocer? Sutil intención penetra lo que se puede de hacer, mi daño se ve a la letra. Con justa causa estos nombres os dais. Hoy has de morir. No hay por qué muerte me asombres, que es imposible huir de su desdicha los hombres. (Lee) “Conviene, mi bien, que al punto para no verme difunto...” Señor, no le leas, ten. Bien dices, porque también llega mi vida a su punto. ¡Quién pudiera creer tal quien a este punto ha llegado! No hay que ver más desleal, que si su bien te ha llamado en su bien veo mi mal. Y porque de culpa tanta no se disculpe la infanta ni aquel traidor viendo escrito el proceso a quien remito la traición que el mundo espanta, quiero que hoy en su presencia se lea aqueste papel, si da lugar la paciencia para que se vea en él juntos delito y sentencia. La pluma que te escribió en lugar va de recelos. Puedo decir que se vio, pues que con amor y celos a todos tres nos mató. Llamad a Amalec aquí. ¡Ay, triste! Avísale, Sela. Pues que yo la causa fui le ha de valer mi cautela o no ha de haber vida en mí. (Vase) ¡Qué triste y llorosa estás! ¿Es por no ofenderme más? Ya el cielo, ingrata, ha querido que de tu pecho fingido... Sepa el engaño en que estás. Entra, no temas, advierte que en tu lengua está tu muerte. Huir no será cordura, pues la traición sea segura por más traición de esa suerte. Yo llego. Ayudadme, cielo, rompa la vergüenza el velo y haga el valor alarde, que es señal que es muy cobarde el que muere de recelo. A Amalec tienes aquí. La sangre el pecho me altera. Yo muero de verle así. ¿Quién tan grande mal espera? ¿Sabes quién soy? Señor, sí. Soy tu rey. Y yo tu hechura. Mas tu traición asegura en tu lengua esa razón, que es más grave la traición del que probó por ventura. ¿Conoces este papel? Sí, si a otro se parece. ¡Ah, desvergüenza cruel! Diferencia en nada ofrece. Pues harta hallarás en él. ¿Y esta letra? No, señor. Con ella te he de matar como me has muerto. ¡Ah, rigor! Que no hay más muerte que hallar con la traición del traidor. No lo he querido leer sólo por poderte ver conmigo, porque leyendo el fuego en que yo me enciendo haga vuestro pecho arder. Y porque una vez leído, para poder perdonar tu deslealtad atrevido, no me haga el cielo acordar del amor que te he tenido. Toma la vela, que quiero [1830] que de los males que espero y que mis gustos ataja no los oigas con ventaja porque mueras como muero. ¿Quién en tal trance se vio? ¿Quién vio desventura tanta? ¡Que tal daño cause yo! ¡Qué turbada está la infanta! ¡Qué airado el rey la miró! (Pónese de rodillas Amalec con la vela y el rey coge el papel como que lee y mientras habla el rey, quema Amalec el papel) ¡Muerto soy! Padre querido, que estés atento te pido a solas cuatro razones. Hay otras nuevas traiciones, di que ya te doy oído. Cuando a la caza salió el embajador del persa que acompañarte fui yo, acudió gente diversa, y entre ellos Can me miró. Si es traición, no he de pagar lo que no es justo. Quemar pudiste, infame villano, el papel que está en mi mano. Aquí te pienso matar. Señor, yo cuando no pide. ¿Qué disculpa dar podrás? ¿Quién tu castigo me impide? Señor, detente y verás. ¿Qué he de ver? ¿Agora pide tu maldad clemencia? Rabio que la fuerza de un agravio del más amigo nacido en quien no lo ha merecido hará dudar al más sabio. ¡Hola! ¡Ah de mi guarda! ¡Hola! (Cierra Délbora la puerta) No te des prisa a llamar, soy del mundo fénix sola y mi nombre ha de volar hasta la celeste bola. La puerta cerrada está, que tu maldad visto ha el cielo y le da el castigo, que no hay mayor enemigo que el que dentro en casa está. Rompa el velo la vergüenza, pues no basta cortesía, (Quítale la espada) que pues que no se avergüenza, ofender tu sangre fía, que hoy tu venganza comienza. Amalec mi esposo es, dél tengo un hijo a mis pies, has de quedar hoy difunto si no me le das al punto por marido, pues que ves mi grande resolución. Mis brazos en matar diestros han de gozar la ocasión y ayude Dios a los nuestros con razón o sin razón. En peligro está mi vida y en maldad tan conocida bien será disimular, que yo me sabré vengar de un traidor y una atrevida. No te aflijas, hija amada, que a saber que era tu gusto yo no reparara en nada. A tu voluntad me ajusto, que temo verte enojada. La puerta me habéis cerrado. Señor, no estés enojado si te quiero defender, que es primero mi mujer. Hazlo por razón de estado. En fin, quieres que me case. Esposo, dadme la mano. Para que el alma se abrase. Yo soy quien en darla gano. ¡Cómo sufro! ¡Que esto pase! Ya es mi marido. ¿Es así? Ten paciencia, óyeme a mí que, por pagar tu traición, te he de dejar en prisión. En este aposento aquí quedarás mientras partimos de palacio y de tu tierra, que por tu maldad huimos; ella sola nos destierra de la patria en que nacimos. Entra. ¡Hija! Ya es en vano si está mi dicha en mi mano, ¿por qué quieres que la deje? De Sela es bien que me queje. Dame ayuda, Sela. Gano un enemigo en la infanta. Sela, tú no me avisaste deste caso. ¿Cómo tanta maldad cupo en ti? Oye. Baste, villana, que el mundo espanta tu ruindad que te obligó. Tener amor me forzó a Amalec. Eso haría más. También tú me pagarás tu pensamiento. Oye. No. ¿Hay que oírte más razones sobrando tanta razón? Pues son ciertas opiniones que la traición no es traición en venganza de traiciones. Tú me has festejado a mí, ésta te festejó a ti, aqueste a ti te ofendió, ésta a mí, y así ofreció el cielo el castigo aquí. Por castigo al pensamiento de sus dos graves pecados queden en este aposento, porque ambos enamorados será doblado el tormento. Pasen el tiempo en trazar cómo se podrán vengar. Y pues los dos nos casamos y en sus dos pechos estamos, también se podrán casar. Entren. Oye. No hay oír. Señora. Villana, ve. A matarle y a morir. (Mételos y hace que cierra) Lindamente me vengué. Vámonos a prevenir cuánta hacienda hay en palacio, desde el diamante al topacio, y con el niño partamos a reino donde vivamos. Quietos, no quiere espacio la diligencia, pues ves lo que amor pudo oprimirme. Dame, señora, esos pies, que hallar una mujer firme es también mundo al revés. Fin del Segundo Acto Acto Tercero Acto Tercero (Salen Amalec niño y el villano. El niño vestido con una piel y el cabello suelto, un conejo y un arco y una flecha) Déjame. No te has de ir. Ya estás pesado. Oye, advierte que vas a buscar la muerte. ¿Qué es la muerte? Es concluir la carrera de la vida. ¿Qué es vida? La que da aliento al hombre. Y es argumento y duda nunca entendida. ¿Vida es hablar? Sí. ¿Y comer es vida? Vida es también. A fe que vivo yo bien, porque bien como. Entender puedes con facilidad lo que ignoras, si me escuchas. Lo juro, son dudas muchas, tienen gran dificultad. Mi inclinación es matar, que para matar nací. Matando vivo y en mí otra cosa no has de hallar sino muerte conocida. Si la muerte vengo a ser, ¿cómo podré yo entender lo que es vivir ni qué es vida? ¡Oh, real inclinación! ¡Tal valor en esta edad! ¿La infanta, aunque en soledad, no te enseña? Su opinión me cansa. No hay que me cuadre, sino guerra y armas. Esto me tiene el pecho dispuesto y no le pesa a mi padre, que al fin les doy de comer con la caza que les llevo, que ya al tigre y león me atrevo, y si los acierto a ver a pocos pasos, les doy caza. Ya sé que en mis brazos he hecho un lobo pedazos, de su piel cubierto estoy. Bien se ve que era cachorro, que si no, no te atrevieras. Matar a mil bestias fieras y a vos con ser grande y corro. (Tocan arma) No haya más. ¡Al arma, al arma! ¿Qué es esto? Malo, por Dios. Amalec valeos a vos. ¿Quién toca a rebato y arma? No huyas, villano, aguarda. En lo alto de esa peña. (Va) (Sacan acuchillando a Amalec y la infanta detrás defendiéndose de labradora vestida) Aunque su valor enseña, morirá. ¿Qué me acobarda? Tú por esa parte acude. Dale muerte. Acabalé. Yo la muerte le daré. No, que hay aquí quien le ayude. (Aproxímase el niño) ¡Quítate, rapaz! No quiero, que es quitar si un paso dais adelante, adonde estáis hallaréis de un pecho fiero el rigor y en él la muerte. ¿Tan valiente? º ¿Tan valiente? Y el que lo contrario siente, miente, miente. ¿De esa suerte hablas? ¡Dale! Si me dais, procurad que sea bien dado, que un muerto es poco enojado. Y si vivo me dejáis, no sé yo cómo saldrá vuestra vida de mis manos. ¿No ves que son humos vanos, que encima este monte está contra su rey Osibar, el valeroso Cayrán, que los que a su lado están vienen su agravio a vengar? (Vienen) ¿Cómo quieres escaparte? Créeme y date a prisión, que te he cobrado afición, no quieras desesperarte. (Sale Amalec y Délbora) ¡Ay de mí, el tirano es! ¡Amalec, yo soy perdida! Délbora, infanta, mi vida que rendido a vuestros pies he de poner hasta daros libertad. Bien, no temáis. ¡Ay de mí, que os engañáis con la que sabe adoraros, que vuestras fuerzas son pocas y el poder contrario es mucho, mi bien, con lo que te escucho! A cólera me provocas, dejaré al mundo esta hazaña, aunque en ella halle mi muerte, que no hay pólvora más fuerte que amor, si honor le acompaña. (Salen dos soldados quedito y echan las manos, cada uno al suyo, a la infanta y Amalec) ¡Llega quedo! Asilde ahí. ¿Qué es esto? ¡Perros! ¡Agora, valiente! (Vuelve el niño y ásenle los otros dos) ¡Infelice hora ésta ha sido para mí! ¿Cómo es posible? Llevalde a la ciudad, cerca estáis. A la muerte me lleváis. ¡Ay, triste! ¡Acabad, atalde! Hacéis bien porque me fundo a echaros, si libre fuera, con sola una coz que os diera de esotra parte del mundo. (Llévanlos) (De adentro Osibar a una parte y a otra Caynar y Damasán) ¡Abre aquí! ¡Al arma! ¿Qué es esto? Yo basto a abrir con mi fuego. Mueran todos. Abre luego. Acudid al muro presto. ¿Qué importa acudir al muro, si están saqueando el palacio? ¿Qué hacéis con tanto espacio? Ya su remedio procuro, pero es en vano. (Sale Cayrán y todos los soldados) Aquí están los hombres. Mentís, por Dios, que no hay más de uno. ¿Pues vos no sois hombre? No . ¿Dirán vuestras barbas eso mismo? Yo no soy hombre que quiere. ¿Cómo puede quien os hiere no juzgarlo? Es silogismo absuelto y no tiene duda. Con esas barbas y talle ¿quién puede dudallo? Calle, soy hija de una barbuda y es muy fácil de entender esta verdad. No se asombre: en la guerra no soy hombre, pago plaza de mujer. ¿De mujer? Sí. ¿No son malos pensamientos? Que quisiera que fuera hombre y que me diera como a hombre doscientos palos. Mujer soy y lo he de ser, que a ellas no les hacen daño. Mujer soy y no me engaño, mujer soy y soy mujer. Ya entiendo que mujer eres. Mujer soy, regalenmé. Mujer soy y lo seré, y seré diez mil mujeres. Tu traje hace me asombre. ¿Cómo te puedo tener con tal traje por mujer? Salgo en acecho de hombre . (Dan un golpe dentro) ¿No abrís? Pues mi furia brava la muralla romperá. Hola, ved quién voces da. Cata el diablo, ¿dónde estaba? (Rompen y salen) ¿Qué es esto? Una sinrazón de una hija mal criada, que en mujer determinada no aprovecha la razón. ¿Cómo la pared rompiste? Tu pregunta se excusara, ya tu razón no ignorara la pregunta que me hiciste. Yo lo hice y atended mujeres deste consejo: que una moza huyendo a un viejo reventara una pared. También quiero aconsejar que el hombre viejo apetezca su igual y no desmerezca por necio, aunque sepa amar, que aunque juzguéis al revés, cuando halagan y acompañan como a niños, no se engañan para acosarnos después. Al que embotó sus aceros esta razón le aproveche, que barbas con escabeche son buenas para miseros. Por Dios, flema ha sido mucha, señor rey, la que ha tenido, pues con mujer ha podido al lado. ¡Villano, escucha! (Adentro) (Salen los soldados con Amalec y la infanta y el niño) ¿Qué ruido es ése? Aquí traemos dos prisioneros. ¿Y no tres? Tiemblo de veros. ¿Qué es lo que veo? ¡Ay de mí! ¿Qué te suspendes? Mirando estoy mi afrenta en tu amor y miro el fuego de honor en que me estoy abrasando. Villana, vil malnacido, ¿cómo decís? De esta suerte parecéis no os diera muerte ver que me habéis ofendido. ¿Qué dices? Esta villana que tu esposa había de ser es quien me pudo ofender. ¿Ésta es mi esposa inhumana? ¿Es amor tu ley? ¿Que haré? ¿Y éste quién es? Un villano que levanté por mi mano, ingrato y falto de fe, pues me roba mi valor. Agora llego a entender lo que hace una mujer con amor y sin honor. ¡Mueran! (Vale a dar) Estoy aquí yo. En vano lo intentarás. ¿Quién eres tú que aquí estás? Yo digo ¿no basta? No. ¿No? Pues lléguese y verá, bravo soldado, quién es. Es su hijo. ¿Su hijo es? Por tal le tienen. Llevá a una torre a ese mancebo y a esa dama a una mazmorra, donde nadie la socorra. Muévase mi llanto. Pruebo mi rigor en tu rigor, como un acero a otro acero, que el tuyo templado y fiero ha mellado el de mi honor. Y porque de su ordinario salga hoy el valor conmigo, no hallo mayor castigo que entregarla a su contrario. Su padre quede en su guarda. ¡Señor! Suplicas en vano. Dame la muerte. En su mano quedas. Gran señor, aguarda. No hay replicar. Pues así castigas, porque al igual castigues un error tal a Amalec. Me entrega a mí, que yo le amo y me aborrece. Dices bien, yo te le entrego. Que me abraso, ¡fuego, fuego! Mucho más fuego merece tu insolencia. La ciudad quiero ver. Éstos se queden. Señor, si ablandarte pueden lágrimas. Dificultad tiene. Mis padres te pido a ti, rey del mundo seas y nunca del tiempo veas atrás el tiempo florido. Vete, rapaz, denles luego la muerte. ¡Esposa! ¡Señor! Yo muero. Mostrad valor. Que me abraso, ¡fuego, fuego! Llevaldos. ¡Hijo, alma mía! ¡Adiós, que voy a morir! ¿Cómo podré yo vivir, si vos morís, madre mía? ¡Prenda mía! ¡Padre amado, yo quiero morir con vos! Llevaldos. ¿Qué hacéis los dos? Cumpliremos tu mandado. (Llévanlos y vanse todos) Volved, volved a mi padre, villanos, o ruego al cielo que os trague vivos el suelo. Dadme a mi querida madre. ¡Ojos míos!, ¿dónde vais, regalo del alma mía? Padre mío, madre mía, ¿quién os llevó adonde estáis? ¿Quién me ha de poder valer? ¿Quién ha de mirar por mí? ¿Quién me ha de valer aquí o qué tengo yo de hacer? ¿Estas ingratas hazañas hacen hombres? Bien diré, ingratos faltos de fe, que vine a tierras extrañas. Padres, pues no os hallo aquí adonde os he menester, ¿quién me ha de poder valer? ¿Quién se dolerá de mí? Sol, alumbren tus centellas la luz de mi entendimiento y dime, Sol, está atento si podré vivir en ellas. Mas no lo querrás de mí, pero, ¿qué pregunto? ¡ay, Dios!, si me faltáis, padre, vos, si en ellas podré morir. (Vase) (Salen Jaret, Jabel, Tubal y Enós, y Noema y las demás mujeres que digo con guitarras) Hoy es el seteno día que está en el arca cerrado Noé y nunca ha llegado el diluvio que decía. El cielo está claro y raso, agua no baja, ni sube vapor, ni se ve una nube [2260] desde el oriente al ocaso, y sólo esta impertinente fábrica para el sentido, prodigio raro ha servido de atemorizar la gente. Yo pienso que de vergüenza salir del arca Noé no ha querido, porque ve que el diluvio no comienza. Bien merecen sus intentos que fuego los abrasase y hecho cenizas volase con sus locos pensamientos. (Descúbrese el arca) Tirémosle desde aquí al arca piedras. Tiremos, tiremos. Castigaremos sus pensamientos así. Tira, Noema. Noema, tira. Tíra. Sela. Ya mi piedra en el viento va. Dentro del arca resuena el eco de las pedradas. Sácala, viejo hechicero, hipócrita mensajero de tus quimeras soñadas. Todo pesar y disgusto con el placer esté a raya. Vaya la música. Vaya. Y viva el amor y el gusto. Cuando sale el alba llena de perlas los pájaros cantan en la alameda. Y en las verdes hojas las fuentes juegan, cantan y bailan, rizan y enredan laberintos de flores que al sol presentan. Y el amor hace lazos y corta flechas, porque mate de amores la primavera. ¡Pardiez, que llueve! ¡Oh, qué bueno se te debe de antojar! Pues esto no es molliznar. El cielo estaba sereno y de nubes ha ceñido pardas el sol de repente la rubia y dorada frente. Calor y bochorno ha sido. Remedio podéis buscar de presto, que el agua crece y el cielo más se escurece. Aquí podemos estar. Extraño caso parece, que se rasgan las esferas con agua. Esto va de veras por punto y el agua crece. Temo que verdad no sea el diluvio que decía Noé. En tan sereno día no hay quien tal prodigio crea. Hechizos sin duda son éstos de Noé que así quiere acreditarse. (Dentro: ¡ay, ay!) Allí suena extraña confusión de llantos y voces. ¡Cielos, piedad, piedad! (Sale Damasán alborotado) ¿Qué aguardáis que con tal quietud estáis sin más penas ni recelos? ¿Qué hay, Damasán? La desdicha, la rigurosa venganza de los cielos, nuestra muerte de Noé tan pregonada. Contra los hombres y el mundo los abismos se desatan, las cataratas del cielo por negras nubes se rasgan; de sus márgenes soberbio el mar los límites pasa, ayudado de los vientos que las rocas amenazan. Vueltos ríos los arroyos que de esas montañas bajan, arrebatan y destruyen ganados, chozas y casas. Un arroyuelo pequeño de encima de esa montaña bajó, anegó la ciudad y a cuantos en ella estaban. Sólo Amalec le vi yo que con su hijo y la infanta se salió de la prisión entre las confusas ansias. No hay hijo que al padre pueda valer en miseria tanta, ni padre que acuda al hijo. Todo es voces, todo es rabia. Escapaos. ¿Qué hacéis? Ya todos te seguimos. Oye, aguarda. No puedo, buscad vosotros lugar que os escape. Extraña y prodigiosa tormenta. Jabel, a Mirena ampara como amante y como padre. Mirena, para mi falta, sálvate tú si pudieres. Espera. La vida amada procurar escapar quiero. (Salen Sela y Damasán) ¿Así, Jabel, mi amor pagas? Perdona. Damasán mío, entre tus brazos me enlaza y escápame de la muerte. La que tengo me acobarda. Quédate. Adiós y perdona, que el cielo me da venganza de tu ingratitud cruel. Damasán, ¿cómo te apartas sin favorecerme? Sela, todo con la muerte para. Por esta montaña quiero buscar defensa si basta. Tubal, amor, dame ayuda. La muerte todo lo acaba. (Sale Barteno) ¿Dónde voy, pobre de mí? No sé solo qué me haga. El furioso torbellino todo lo lleva y arrasa y en los arroyos soberbios hombres y ganados nadan. Allá va agora mi burra con la caldera y la albarda. ¿Qué haré, cuitado de mí, que la muerte me amenaza? Si en el arca golpes doy (Descúbrese el arca) y voces, puede ser que abran. ¡Ah del arca! ¿Responderán? Pienso que han dicho quién llama. Responder quiero: Barteno so, señor, ábrame el arca, que vengo de las goteras hasta las tripas mojadas. No me responden. ¿Qué haré? Mares por arroyos bajan, quiero por el tronco asirme deste robre y en sus ramas librarme deste peligro. (Sale Amalec con el niño en brazos y asida de él la infanta) En tan confusa borrasca ¿cómo escaparos podré, prendas queridas del alma? Es por amor que me anego. ¡Padre, socorro! Las ansias de veros me acaba a mí más que la fuerza del agua. ¡Padre mío, madre mía! ¡Ay, si en estas peñas altas pudiese escapar tres vidas donde vive sola un alma! Acuda, padre, a mi madre, aunque yo me anegue. Baja, que es mi madre y es razón y yo le haré menos falta. ¿Qué mármol no se enternece? ¿Qué peñasco no se ablanda? ¿Cómo el cielo no se mueve con estas tiernas palabras? ¡Ay, prendas del alma mía, prendas por mí mal halladas! Trújeos para más ventura y fue para más desgracia. ¡Ay de mí, que un remolino de las manos me arrebata mi esposa e hijo querido! Téngame, padre. Hoy acaba mi vida. ¡Esposo, señor, que me ahogo! (Vase) ¡Madre amada, socórrame, pues mi padre en esta ocasión me falta! (Vase el niño) ¡Valedme, Dios, que me ahogo! (Vase) (Barteno desde el árbol) ¡Oh, qué bellamente nadan! Pero yo no estoy seguro, que llega el agua a las ramas y cubriendo el tronco duro me va cubriendo las plantas. Ya el arca mide los montes por lo más alto. La extraña mareta de tantos golfos a contrastalla no basta. Ya no parece en el mundo animal, ave ni planta, ni cuanto respira al cielo, ni vieron al Sol la cara. No veo ya cosa viva, que en la más alta montaña me he subido y no aprovecha que encima diez codos pasa y así remato también. Ya damos fin a la danza, que el agua atrevida llega a mitad de la garganta. Mal llevo el morir así, muerte pasada por agua, no fuera mejor por vino, o la tenga noramala. (Dando con la mano) ¿Quién la llama aquí, señora, la de la cara de plata? Si piensa que tengo sed, por mi vida que se engaña. ¡Que me ahogo, que me ahogo! ¿No hay quien me socorra? Salga, Noé, y deme aquí socorro, aunque ya ninguno basta. (Sube el arca y con el lienzo cubre los ahogados y suena sola una voz cantando en lo alto) Pues que de vuestra justicia habéis mostrado el rigor, ya de la misericordia regale al hombre la voz. Sobre los montes de Armenia la cerrada arca paró, amparo de vuestras prendas, vuestro tesoro mayor. Vuelva a florecer la tierra y en la más pequeña flor escriba naturaleza la grandeza de su Dios. Salga ya vuestro Noé de aquella escura prisión, aunque diré mejor cielo, que es cielo donde estáis vos. Compañeros, ayudadme. (Cantan todos arriba) Misericordia, Señor, vuelva el hombre a vuestra gracia, pues pagó lo que pecó. — — — — — — — Mostrad, mostrad vuestro amor, porque en la misericordia se muestra más quién es Dios. (Descúbrese Noé por cima del arca) Señor del cielo que criando al hombre dístele tu grandeza y el profundo amor que por su bien mostraste al mundo, cosa que es bien que él mismo de él se asombre. Hoy de nuevo comience el nuevo nombre de tus misericordias que en él fundo, que del linaje desterrado, inmundo ha de nacer en él nuevo renombre. En tu infinita gracia nos recibe para que el nuevo mundo se amplifique y con él tu grandeza siempre alabe y si el que te conoce es el que vive, da presente, Señor, a quien predique que sólo el que se salva es el que sabe. Ya veo la luz del cielo que las nubes encubría y aparece claro el día y en él claro mi consuelo. Cuando crió Dios la tierra matizada de colores con la variedad de flores que toda en su globo encierra, de verde la viste y quiere, porque su esperanza crezca, que nada la desvanezca y sólo en su amor espere. Pero cuando perdió el uso de razón, porque se acuerde, le quitó el vestido verde y de pardo se lo puso. Esto con el hombre ha hecho, que desvanecido y loco tuvo su preceto en poco y, por castigar su pecho, el vestido de la vida que la gracia le vistió, justicia se le quitó, pena a culpa merecida. Quiero por ver si la tierra, Señor, comienza a mostrar algún animal echar de los que en el arca encierra. Salga el cuervo, que de él fío nuevas de lo que deseo. Bien corre, ya no le veo, cortando va el aire frío. No parece, no ha hallado tierra en que poder estar. Quiero una paloma echar, símbolo de amor sagrado. Cándida, cortad el viento, que en vos se echa bien de ver que vais nuevas a traer (Tocan) para todos de contento. Pero, ¿qué miro? ¿No es ella? Con tal presteza volvió, que pienso que no partió. Vos sois de este mar estrella. (Vase) Yo hallo en tan justa razón y en la piedad que en ti encierra, que esta paloma a la tierra nos traerá la redención. (Tocan y viene la paloma con invención) A la mano me traéis la oliva. Paz anunciáis. (Tocan) Vos, paloma, nos la dais, paz nos dais y paz tenéis. (Descúbrese entre nubes Dios Nuestro Señor) Gran patriarca Noé, restaurador y segundo padre del linaje humano, sal del arca del diluvio con tus hijos y con todos los pájaros y los brutos que para la decendencia vuestra la tierra os descubro. Lo que me mandas, Señor, obedezco y hago al punto. (Ábrese la puerta y van saliendo Noé, Can, Sen y Jafet,Tisea, mujer de Noé; Pandora, mujer de Sen; Noela, mujer de Can. Y el nieto y otros niños, y sean los hijos los músicos) Besad la tierra, hijos caros, rindiendo a los cielos justos gracias del bien que nos hace de gozar el aire puro y ver los rayos del Sol, más hermoso, claro y rubio. Tisea, ¿qué te parece? Que de algún abismo obscuro salgo. Nosotras estamos admiradas. Tanto pudo de Dios la mano piadosa por los piélagos obscuros. De aquí adelante, Noé, destruir no pienso el mundo por agua y desta palabra, patriarca, te aseguro que ya conozco del hombre la flaqueza y así busco su remedio que, aunque ingrato, Noé, quiero al hombre mucho y en final de esta alabanza un arco hermoso dibujo en el campo de los cielos, verde turquesado y rubio, verás en el mundo siempre que hubiere pluvia en seguro desta palabra que doy. (Toquen) Creced y llenad el mundo. En este puesto en que estamos fundar una ciudad gusto que se llame Salenoa, de torres y fuertes muros, que quiere decir Noesale, que es donde primero puso los pies. Ya los instrumentos están aquí. Decí al justo himnos y canciones bellas. Nueras, bailad. No me excuso. Ayuden vuestros maridos, que en el venidero curso un santo rey bailará. Cantad. Cantemos. Ya escucho. El dichoso patriarca que de las aguas salió después de anegado el mundo por la voluntad de Dios, con sus hijos y sus nietos canta alabanzas que son gloria al Dios de las alturas que a su imagen nos crió. Ya salen las nueras bellas y puestos de dos en dos, regocijan a las aves y alaban a su criador. (Músicos y bailan) Los ángeles bellos te den alabanzas, pues hoy en caterva saltan criaturas que por tu clemencia y entrañas tan puras Dios eres de amor y no de venganzas. Tú que del mundo las partes alcanzas y ya de los hombres la vida procuras, en día volviendo tinieblas obscuras, hinchando las manos a las esperanzas, danos tu fuerza pues ya de la tierra nos das que pisemos albergue y posada. Porque en ella alabanzas te demos, cantando victoria en la áspera guerra y en cambio, Señor, a tu mano sagrada motetes, canciones e himnos cantemos. Vamos, hijos, a ofrecer a Dios víctimas en humos olorosos y en altares, que a Dios es debido culto. Vamos, padre universal, mayor monarca que tuvo la tierra desde el primero, porque [es] nuestro origen suyo. Vamos, gran restaurador, ya acabó al revés el mundo, comenzando por la haz y con el fin del diluvio. Fin